El código fuente final luce de cierta manera. Pero no se llega directamente a él. En la resolución de un problema, hay muchos esbozos, intentos de diversas aproximaciones, hasta ir descubriendo la solución. Recién una vez encontrada, se va optimizando hasta llegar a la versión final.
Todos esos pasos previos, y el andamiaje necesario, es lo que no se ve. E igual que en el iceberg, aquello que vemos no sería posible sin lo que no se ve.
Si intentas trabajar queriendo lograr directamente la versión final, te llevarás un chasco. Es como querer llegar al décimo escalón de un brinco. Te puedes ir de nariz. O a lo mejor lo logras, pero quizás seas un atleta olímpico. Es mejor subir paso a paso cada escalón hasta llegar al décimo.
Aceptado eso, suena fácil. Si no fuera por la cultura que juega en contra. Hay muchas cosas del colegio y la familia en contra de fallar. Quién sabe por qué, porque cuando resuelves problemas te das cuenta que fallar es parte natural del proceso de solución.
Así que, cuando intentas resolver un problema paso a paso, de rato en rato aparecerá esa voz (tuya, de tu compañero, o de tu jefe), diciendo: "Ya estás cerca, qué tal si brincamos unos escalones, sería genial". No. No y no. Cada paso brinda información. Brincarse los pasos es renunciar a eso.
Parece que es una tentación común en alguien que empieza a conocer un tema el subestimar el valor de la experiencia. Puedes aprender algo en un día, pero hasta que no hayas hecho el ejercicio diez veces, yo diría que aún no habrás conocido aquellas cosas que solo la experiencia te da.
Aprendes un algoritmo. Ok. Aplícalo en diez casos distintos. Aprendes a usar un framework. Ok. Haz diez proyectos diferentes. Intenta hacer a tu modo diez cosas interesantes que veas por allí. Atiende diez pedidos de tus clientes. De cada diez intentos, nueve no salen tan bien como esperabas. A partir de allí, yo diría que ya aprendiste eso.
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